lunes, 27 de abril de 2015

Matar al mensajero (película)

     Los sórdidos tejemanejes de la CIA y su implicación en casos muy turbios, tales como la vinculación del tráfico de drogas en centro América a fin de procurar fondos para sufragar bajo cuerda, y a espaldas del Senado, la guerra encubierta contra los movimientos procomunistas del cono sur americano, descubiertas por un periodista de un modesto periódico de San José.
     Basado en hechos reales, Matar al mensajero, nos muestra los entresijos del periodismo de investigación y la dificultad que conlleva una tarea tan solitaria, ingrata y peligrosa. Enfrentarse a la desconfianza de los propios colegas, arriesgar la reputación y padecer la injusticia del descrédito promovido de las más altas instancias, son situaciones que no arrugan a Gary Webbs. Son los esfuerzos denodados de un David contra un Goliath imposible de vencer.
     Película notable, con una muy buena interpretación de Jeremy Renner y que todos los periodistas en ciernes, e incluso curtidos, deberían ver para comprobar cuanto honor y probidad hay detrás de una actividad tan sagrada como es contar la verdad.

miércoles, 22 de abril de 2015

El beso y otros cuentos (relatos)

     Contar mucho en pocas palabras, y hacerlo bien, solamente es patrimonio de muy pocos elegidos. Buscar las palabras precisas, omitir lo innecesario,  y no sucumbir en la retórica y la filigrana literaria, solo lo hacen los maestros del género y Antón Chéjov se encuentra entre uno de ellos. 
     El beso y otros cuentos es una antología que contiene una pequeña muestra de lo más representativo del maestro ruso, entre otros, La dama del perrito, un clásico ya de la narrativa corta.
     Escapando del cuento de efecto, es decir de los finales inesperados, Chéjov nos describe fragmentos de realidad de un modo tan realista, que nos sumerge en sus historias como si estuviéramos presentes, rodeados de sus personajes o viéndolos actuar, conversar, vivir...
     Hay quien reprocha a Chéjov su prolífica producción en detrimento de una mayor enjundia de sus historias. Muchas de ellas son imágenes que no nos dejan un poso de entusiasmo como puede ocurrir con los cuentos de Maupassant. Esto hace que los lectores que buscan emociones fuertes se decepcionen con Chéjov, porque este no trata de sorprender al lector, simplemente lo conduce de la mano por una serie de vidas y hechos que a veces, muy pocas, conmueven o entusiasman, pero que siempre están encaminadas a enseñar, a mostrar y a conocer la época presoviética que le tocó vivir. Los mujiks, las amplias llanuras rusas, los amos, los siervos, la miseria del campesinado y el lujo de la aristocracia, y sobre todo profundizando en la psicología de sus personajes.
     A diferencia de otros escritores, Chéjov es un psicologo, mientras que otros son fotógrafos. Sus personajes piensan y actúan en función de sus emociones, es decir que sus pensamientos son lo que motivan sus actos, mientras que en otros autores, los personajes se definen por sus actos, como marionetas en manos del escritor.
     Un libro clásico para acercarse a la ingente producción de este escritor ruso, cuya monumental obra completa ha sido recientemente publicada en la Editorial Páginas de Espuma en 4 volúmenes. Ya han salido los dos primeros a la venta y esperamos ansiosos los otros dos.

Whiplash (película)

     Si eres amante de la música, y en particular del jazz, no puedes dejar de ver esta película. Hace tiempo que no me entusiasma una película de tal modo, y cuando no tengo referencias previas de ella y resulta ser tan buena, el placer que experimentas viéndola y la sensación que te deja en el alma, cuando acaba, es muy difícil de definir, pero estoy seguro de que los cinéfilos me entenderán.
     Whiplash es la historia de la ambición por ser el número uno. En este caso se trata de ser el mejor intérprete de batería, lo que permite una serie de recursos estéticos y sobre todo acústicos impresionantes. Por otra parte, la historia también gira en torno a la relación alumno-profesor; una relación de amor-odio basada en la presión a la que el profesor (J.K. Simmons) somete al chico (Miles Teller) para incentivarlo, cruzando muchas líneas rojas en su labor didáctica.
     El profesor, magníficamente interpretado por J.K. Simmons, – que me recuerda mucho al calvo de la lotería– hace gala de una metodología que recuerda a la que los mas viejos del lugar vimos en El sargento de hierro de Clint Eastwood tratando a sus marines, pero en este caso los marines son alumnos de un famoso conservatorio de música de New York.
     No adelanto más. Tan solo decir que me pareció un goce para los sentidos, con unos temas de jazz a lo largo de toda la película que hacen que su banda sonora sea otro de sus grandes alicientes. 
     Aunque tal vez los premios signifiquen poco, en este caso he de coincidir con los jurados de los múltiples certámenes que han valorado con sobresaliente esta película.
     Es posible que alguna sensibilidad mojigata se turbe con alguna escena. Ni caso… pelillos a la mar… ¿Un profesor cabrón insultando a sus alumnos? ¿Cuántas veces no habremos tenido la tentación?... y viceversa.
     Un sobresaliente para este film, opera prima del director Damien Chazelle.

sábado, 11 de abril de 2015

Django desencadenado (película)

Aunque la película es del año 2012, ayer volví a visionarla, porque opino que Tarantino es un director para disfrutarlo más de una vez. Tanto Reservoir Dogs, como Pulp Fiction, películas de culto donde las haya, nunca me cansaré de verlas,
Tarantino es uno de los directores más cinéfilos, en el sentido literal del término, que existen. Ex vendedor en un video club, vio en su vida miles de películas y no cabe duda que es un hecho que se advierte en su producción. Todo su cine es un constante homenaje al séptimo arte.
Django desencadenado es un híbrido entre el western y las películas de esclavitud que en los Estados Unidos suelen prodigarse como un acto de penitencia ante ese histórico atentado contra los derechos humanos. Todo ello aderezado con el inigualable toque cómico de Tarantino. Guiños aquí y allá a los clásicos del género e incluso a la hilarante Sillas de montar calientes de Mel Brooks, en la que este nos propone a un sheriff negro.
Los personajes están de tal modo caricaturizados  que se prestan al lucimiento de los actores que los encarnan. El Dr. Schultz, interpretado por el actor austríaco Christoph Waltz, descubrimiento de Tarantino en Europa, no cambia el registro de su papel en Malditos bastardos, no obstante realiza un trabajo destacable. Y, sobre todo, podemos ver a un Leonardo DiCaprio en el rol de un señorito sureño arrogante y esclavista que me ha sorprendido agradablemente, partiendo de la base que no es precisamente un actor de mi devoción.
Luego, salpicados en casi tres horas de metraje, los divertidos gags, – destaco la discusión entre los miembros de Ku Kux Klan (error histórico porque el KKK surge después de la Guerra Civil, y la película se desarrolla dos años antes) – los diálogos brillantes– la lección de frenología de Leonardo DiCaprio ante una calavera, simulando un Hamlet sureño – y por supuesto la sangre… Siempre presente la ecuación "Tarantino igual a Sam Peckimpack elevado a la enésima potencia".  El propio Quentin, inmolado en una explosión de dinamita que lo convierte en un humeante cráter, nos puede dar una idea de la violencia que discurre a lo largo y ancho de esta genial producción.
En definitiva, tres horas de gran cine, y aunque no sean afectos al western no se la pierdan.

lunes, 6 de abril de 2015

Interstellar (Película)

     Reconozco que siempre me ha gustado la ciencia ficción. Eso sí, cada vez menos. Con los años voy perdiendo afecto por lo fantástico y lo imaginativo, y parece que la gravedad ejerce más influjo en mí, asentándome en el ámbito de lo cotidiano y real, como se suele decir, haciendo que tenga los pies en la tierra. En cualquier caso siempre aplaudo una buena novela o película de ciencia ficción, si bien es difícil que ya me sorprenda.

El cine actual suele disfrazar la mala calidad de los argumentos con unos efectos especiales que hacen que la atención del espectador se centre en el continente en detrimento del contenido. Fuegos artificiales para un pobre guión. La cuestión es qué demanda el espectador: ¿un buen guión o buenos efectos? Lo ideal es conjugar ambos, pero no siempre es fácil. El problema es cuando estos dos aspectos adolecen de calidad.
     Es el caso de Interstellar, donde una nave espacial viaja a otro universo por un agujero de gusano (tema recurrente para los viajes a sistemas a años luz) porque la Tierra está viviendo una situación apocalíptica y se pretende buscar una salida para la raza humana allende las estrellas. Nada original en su concepción.
     Un enredo con el continuo espacio-tiempo que los guionistas modelan a su antojo. Paradojas del viaje en el tiempo utilizadas ad hoc para convertirlas en conmovedoras reuniones entre padres de 30 años e hijas de 90. Sí, digo bien…hijos que parecen padres y viceversa. Ya saben.... la teoría del asesino del abuelo... Una ensalada temporal aderezada con luces, brillos, e incluso con el protagonista dentro de un teseracto o cubo cuatridimiensional. Ciencia ficción a paladas y sin control.
     En definitiva, nada que no nos hayan contado ya los Asimov de los años 70 basándose en las consecuencias prácticas e indemostrables de la Teoría de la Relatividad de Einstein y un pobre mensaje filosófico. Guión poco original y efectos especiales sin demasiada alaraca. En la escena en la que la nave se introduce en un agujero negro, los efectos visuales son muy parecidos a los de 2001, una odisea del espacio (película mil veces mejor pese a tener 33 años menos), solo faltaba que sonara el Danubio Azul.
     Un Matthew McConaughey que no se supera desde su registro en True Detective (el mejor de su vida profesional) y un Matt Damon, pasado de kilos, que no sé como se presta a interpretar un papel tan secundario.
Calificación: Suficiente.

Hijos de la anarquía (Serie TV)

     Acabo de ver la séptima y última temporada de la serie televisiva Hijos de la anarquía. A los amantes de las  series de temática policíaca, thriller y acción, no les pasará desapercibida.
     Esta serie, sin duda muy influenciada por las andanzas y tropelías de los tristemente célebres Ángeles del Infierno californianos, aquellos marginados hippies y chalados de las motos de los setenta, desarrolla las vicisitudes de un club de moteros, en cuya chupa distintiva se estampa la imagen de la Parca y su guadaña, figura inquietante que ya nos augura una gran dosis de morbosa deleitación.
Logo de la serie
     Los Hijos se dedican, desde su fundación, allá por los años setenta, al tráfico de armas, cuyo proveedor principal es el IRA irlandés. Tienen su sede en un pequeño pueblo llamado Charming, donde la policía local, para mantener la paz, hace la vista gorda.
     Provistos de un régimen jerarquizado y democrático, su presidente y vicepresidente dirigen el club, aunque las decisiones importantes han de pasar por la mesa y votadas por todos sus miembros.
     La serie se divide en siete temporadas, cada una de las cuales gira en torno a la relación entre los negocios del club, las desavenencias con las bandas rivales, las cuitas personales de sus miembros y, sobre todo, los problemas de la familia de Jacks Teller, vicepresidente del club e hijastro del presidente. Su madre, Gemma Teller, hace y deshace en la sombra, siendo la gran matriarca del grupo y una de las protagonistas principales de la serie.
     Unos actores curtidos dan mucha verosimilitud a sus roles. Aunque contiene muchas dosis de violencia y derramamiento de sangre, las historias van y vienen a velocidad vertiginosa, en frenético ritmo, de modo que el espectador en ningún momento puede darse siquiera un descanso.
     Buena serie, bien hecha, sin escatimar medios, guión cuidado y grandes actores. Merece la pena dedicar un par de horas a los dos primeros capítulos para comprobar si engancha o no. En caso afirmativo, aseguro que la serie no es de las que decae, sino todo lo contrario. Yo la calificaría con un bien próximo al notable.

viernes, 3 de abril de 2015

Vestido de novia (Novela)

Vestido de novia es un thriller. Género difícil el de la novela negra porque ya tiene mucha tradición y el aficionado es implacable en su crítica. Aun así, y con la exigencia que le imponemos, no nos decepciona Pierre Lemaitre con su juego de intrigas tan bien llevado.
Arranca de una premisa que carece de ambigüedades, que deja muy claro, incluso muy evidente, cual es la línea de salida (la locura de la protagonista). Nos va engatusando, sin que nos demos cuenta, en una carrera de fondo donde la situación se invierte en los últimos kilómetros para dar paso a una explicación lógica que deja boquiabierto al sorprendido lector pero que hace que todo encaje desde la primera página.
Es la historia de una enfermiza obsesión ejecutada con mucha premeditación, minuciosidad y con la inteligencia de una mente que no sabemos si es la propia enfermedad quien la activa hasta los extremos de maldad que es capaz de llevar a cabo.
Vestido de novia recibió el Premio de Novela Negra Europea, el Premio del Salón du Polar, el Dagger Award, el Premio Lire a la mejor novela francesa y el Premio de los Libreros de Nancy-Le Point. Con este bagaje detrás poco más podemos decir.
Considero que ha nacido un nuevo autor europeo que tiene mucho que decir, no solo en el género de la novela negra, sino de la literatura en general.
Los aficionados al trhriller estamos de enhorabuena. No siempre un flamante Premio Goncourt se puede contar entre el elenco de los autores del género literario que nos apasiona. Aunque, como ya dije en otra crítica, Lemaitre es un autor de oficio y que también escribe novelas de gran calado, tal como la que le ha dado el prestigioso Premio Goncourt. Me refiero a la excelente novela Nos vemos allá arriba, analizada ya en otra entrada de este blog.
Para acabar, recomiendo otra novela de Lemaitre, Alex. Otro thriller excelente, aunque un poco más truculento y artificioso que Vestido de novia, – no en vano se trata de sus primeras novelas y en la que a veces se aprecian los pecadillos de juventud – pero que sin duda hará las delicias de los aficionados.


Nos vemos allá arriba (Novela)

     Después de haber leído Vestido de novia, que comentaré en otra entrada de este blog, y el buen sabor de boca que me dejó, acometí la lectura de Nos vemos allá arriba
     A riesgo de que me tilden de exagerado, el cuerpo me pide que diga que esta novela, que hizo a su autor acreedor del Premio Goncourt del año 2013, es una obra maestra. El Premio Goncourt, que es el equivalente por su importancia al Premio Planeta, pero con más tradición, es el más añejo de las letras francesas. Particularmente siempre me cayó mal el escritor que instauró dicho premio (Edmond de Goncourt), y por extensión el galardón, pero sin duda su trayectoria avala a los afortunados que lo consiguen. En este caso muy merecido.
    Tras haberse dedicado con éxito a la novela negra, Pierre Lemaitre se desvincula del género en esta obra, demostrando de ese modo ser un escritor con oficio y que puede afrontar cualquier temática con garantías.
     En Nos vemos allá arriba narra las aventuras de dos amigos que han sufrido importantes traumas durante la I Guerra Mundial en las trincheras franco-alemanas y como se las ingenian una vez finalizada la contienda.
     Es un relato conmovedor y al mismo tiempo un canto a la amistad, a la lealtad y un alegato antibelicista denunciando la carnicería humana consustancial en la guerra. Una crítica a los negocios que se aprovechan del sufrimiento de las familias de los caídos y la hipocresía de los gobiernos. Con una prosa sin artificios y de fácil lectura, nos conduce por vericuetos agridulces, con pequeñas pinceladas de humor dentro del drama que describe. 
     Se aprecia como el autor se ha documentado para escribir este libro y es algo que se agradece. No solo cuida la trama sino que da mucha importancia al marco histórico, y en los primeros capítulos del libro nos describe el horror de la trinchera, el atronar de los obuses y las cargas a bayoneta calada. Pareciera que el olor de la pólvora y las emanaciones de gas mostaza invaden nuestros sentidos.
     En definitiva, una joya de esas que aparecen en el mercado del libro muy de vez en cuando y un autor a tener muy en cuenta.
     Ha escrito unos cinco libros, de los cuales tres están traducidos en nuestro país: Alex, Vestido de novia y Nos vemos allá arriba. Los dos primeros son sorprendentes novelas de suspense, thrillers de gran originalidad que harán las delicias de los aficionados a ese género literario.
     Espero ansioso los siguientes.



jueves, 2 de abril de 2015

Un hombre que se va (Ensayo)

Autobiografía del periodista y escritor Eduardo Zamacois Quintana, nacido en Pinar del Río, Cuba, 17 de febrero de 1873 y fallecido en Buenos Aires, el 31 de diciembre de 1971.
Escritor de relativo prestigio. Su longevidad – falleció con 98 años–, le permitió vivir todas las vicisitudes de finales del siglo XIX y tres cuartos del siglo XX, por lo que este libro es una crónica indispensable para el estudioso de la literatura en España e Hispanoamérica de esa época.
Por las numerosas páginas del libro circulan personajes de la talla de Galdós, Benavente, Blasco Ibáñez, Valle Inclán… etc., y múltiples referencias a otros protagonistas de la farándula, la política, las artes, etcétera.
Él, como individuo, fue un crápula y un mujeriego. Adúltero hasta límites insospechados, tenía un amante en cada puerto, cometía fraudes para paliar sus dificultades económicas y se regodea de ello en el libro, contando todo con pelos y señales. La edad parece que no es un motivo de arrepentimiento para una vida tan disoluta y libertina. Pero sus aventuras, sus  mujeres, sus timos y sus mentiras, son lo menos interesante del libro, aunque nos dan una medida de la mentalidad e idiosincrasia de un escritor bohemio que vive el presente sin preocuparse del futuro ni de las responsabilidades que deja tras él.
Vivió el apogeo de las revistas literarias, donde participó como redactor y director. Viajó numerosas veces a los países de centro y Sudamérica. Se codeó con dictadorzuelos de ese continente, se salvó de la muerte milagrosamente en la guerra civil y se vio envuelto en mil y una peripecias que narra con prosa sobria y memoria admirable.
Un libro denso pero muy ameno. Recomendable para los amantes de la biografía y de la literatura hispanoamericana del siglo XX.

El accidente (Novela)

Tomen ustedes una trama truculenta donde intervengan varios personajes, todos ellos sin nada especialmente destacable: un modesto constructor, sus empleados, sus vecinos, amigos, una detective anodina, un policía corrupto y un personaje del hampa muy malvado… en fin, lo típico. El protagonista, a ser posible, que narre en primera persona para darle más credibilidad y hacer que el lector empatice con él. Ahora cocinen todo y añadan, aquí y allá, elementos salpicados, algo así como para darle sabor a la salsa, y después de 470 páginas con un meneo de cuchara de padre y señor mío, sáquenlo del horno y sírvanle  a un estupefacto comensal, el ingrediente más inocente de todo el guiso convertido en una guindilla para desagradable sorpresa de su paladar.
No pueden faltar los niños; en este caso una niña para dar el toque tierno. ¿Se creen ustedes que una niña de seis años puede campar por sus fueros tan alegremente cuando en el transcurso de tres días se le muere la madre, la madre de su mejor amiga, le disparan desde la calle y la secuestran?… Una super nena.
 Esta es la síntesis de “El accidente”, el aclamado best seller de Linwood Barclay. Novela de la que, como no, se ha hecho una película, y el propio Stephen King, en un momento de sospechosa sobriedad, se pregunta cómo ha podido pasar toda su vida sin Linwood Barclay. Pues yo le diría a Stephen King que no le fue tan mal sin él, y le seguirá yendo mejor todavía si no vuelve a leer ningún otro libro de este autor y sobre todo a elogiarlo, porque los que en algún momento creímos en ti, Stephen, vamos a tener que replantearnos nuestra opinión.
En definitiva, un libro infumable con un final más infumable todavía. El trillado thriller del que estamos más que saturados. Y a fuer de ser original, el autor se saca de la manga el tráfico ilegal de bolsos de marca falsificados como elemento vehicular de su historia. Fíjense si da de sí el tráfico de bolsos de señora que la mitad de los personajes son asesinados y la otra mitad los asesinos. A partir de ahí, imagínense lo demás. Pero el final… el final es de traca, y no de traca valenciana precisamente que esa es bien sonora, sino de petardo.
Piensen por ejemplo en una pareja con dos hijos, una criada, la vecina, el perro de la vecina, el marido de la vecina que no pincha ni corta, un elemento meramente decorativo en el libro, y resulta que en la penúltima página, cuando menos te lo esperas, el marido de la vecina, que no rompía un plato, que no mataba una mosca, que ni estaba ni se le esperaba, que solo cortaba el césped del jardín los domingos por la mañana, es el asesino. Es para desternillarse, ¿verdad?. Pues bien, esa es la novela de Linwood Barclay. No… no se alarmen, no les he descubierto nada porque lo que les he contado es una analogía, pero aunque les estropease el final y con ello les disuadiese de leer el libro, diría que les haría un favor, pero no voy a asumir tamaña arrogancia. Juzguen ustedes y ya me dirán.
En fin, siempre hay público para este tipo de libros. Yo, después de leer al francés y premio Goncourt, Pierre Lemâitre, y leer el libro de Linwood Barckay, me siento como haber comido una aceituna rancia tras haberme puesto tibio de marisco.
Como no soy de los que tiran los libros a la basura, guardaré este en mi biblioteca en un lugar de difícil acceso, no vaya a ser que con el tiempo y el olvido vaya a tomarlo de nuevo accidentalmente, y nunca mejor dicho.
Una vez más, la novela negra americana perdiendo terreno ante los nuevos valores europeos… quién lo diría.


Pontevedra, 2 de abril de 2015