sábado, 2 de noviembre de 2019

Miedo (novela)


El otro día en la biblioteca, tomé prestada para leer el fin de semana – con el puente de Todos los Santos – Miedo de Stefan Sweig, y esta pequeña novela, casi del tamaño de un relato largo, merece alguna reflexión.
Lo que me sorprende sobremanera es la capacidad de los escritores masculinos para ahondar en la psicología de la mujer. Autores que en la vida real cuando no son misóginos, son empedernidos solteros o abiertamente machistas, resulta difícil explicar ese desdén hacia la mujer cuando se lee su obra, pues parecen amarla y conocerla más que la mayoría de los mortales.
Este oxímoron intelectual no es infrecuente, pues hay casos paradigmáticos en la historia de la Literatura: Gustave Flaubert, un misógino declarado, siempre bajo las faldas de su hermana y su madre, al que jamás se le conoció más relación amorosa que algún escarceo espistolar con George Sand, dio a luz Madame Bovary, modelo de mujer insatisfecha y neurótica, una obra celebrada universalmente. Dubut de Laforest, el novelista del inframundo parisino con sus mujeres de vida disoluta sometidas al yugo del vicio y la delincuencia, también fue otro autor que siempre vivió a la sombra del celibato más estricto, y sin embargo supo recrear las inquietudes, pasiones y la problemática de la mujer de la calle decimonónica parisina en su amplia obra titulada Los últimos escándalos de París o en La trata de blancas. Maupassant, también sometido a los chantajes anímicos de una madre neurótica que le impedía cualquier relación seria con una mujer,  y sin embargo toda su obra parece un tratado de psicología femenino: Una vida, Pedro y Juan, Mont-Oriol.
No es el caso de Stephan Zweig que se casó dos veces, pero su conocimiento de la psicología femenina trasciende cualquier tipo de relación personal por muy intensa que sea. Ya lo demostró en la novela, corta también, 24 horas en la vida de una mujer, título ya de por sí suficientemente significativo para refrendar lo hasta aquí argumentado.
Con Miedo nos deleita una vez más alcanzando lo más hondo del alma de una mujer burguesa, cuya plácida y monótona vida se ve absolutamente alterada por la angustia que le provoca un cargo de conciencia tras cometer adulterio. Sometida a chantaje, no es posible demorar más la verdad, y toda su vida anterior se ve amenazada con desmoronarse bajo el rudo golpe del escándalo.
La obra transcurre en una constante agonía vital, mientras a su alrededor todo parece delatarla: las miradas de su marido, los rumores de los criados.  
De final inesperado, esta novelita es una delicia. Comenzada su lectura, no podemos dejar de leer, de tal modo empatizamos con la protagonista, apiadándonos de su debilidad, y a la que acompañamos por los intrincados vericuetos anímicos que la llevan a buscar desesperadamente los medios para liberarse del enorme peso de una carga insoportable.




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