El otro día en la biblioteca, tomé
prestada para leer el fin de semana – con el puente de Todos los Santos – Miedo de Stefan Sweig, y esta pequeña
novela, casi del tamaño de un relato largo, merece alguna reflexión.
Lo que me sorprende sobremanera es
la capacidad de los escritores masculinos para ahondar en la psicología de la
mujer. Autores que en la vida real cuando no son misóginos, son empedernidos
solteros o abiertamente machistas, resulta difícil explicar ese desdén hacia la
mujer cuando se lee su obra, pues parecen amarla y conocerla más que la mayoría
de los mortales.
Este oxímoron intelectual no es
infrecuente, pues hay casos paradigmáticos en la historia de la Literatura: Gustave
Flaubert, un misógino declarado, siempre bajo las faldas de su hermana y su
madre, al que jamás se le conoció más relación amorosa que algún escarceo
espistolar con George Sand, dio a luz Madame
Bovary, modelo de mujer insatisfecha y neurótica, una obra celebrada
universalmente. Dubut de Laforest, el novelista del inframundo parisino con sus
mujeres de vida disoluta sometidas al yugo del vicio y la delincuencia, también
fue otro autor que siempre vivió a la sombra del celibato más estricto, y sin
embargo supo recrear las inquietudes, pasiones y la problemática de la mujer de
la calle decimonónica parisina en su amplia obra titulada Los últimos escándalos de París o en La trata de blancas. Maupassant, también sometido a los chantajes
anímicos de una madre neurótica que le impedía cualquier relación seria con una
mujer, y sin embargo toda su obra parece
un tratado de psicología femenino: Una
vida, Pedro y Juan, Mont-Oriol.
No es el caso de Stephan Zweig que
se casó dos veces, pero su conocimiento de la psicología femenina trasciende
cualquier tipo de relación personal por muy intensa que sea. Ya lo demostró en
la novela, corta también, 24 horas en la
vida de una mujer, título ya de por sí suficientemente significativo para
refrendar lo hasta aquí argumentado.
Con Miedo nos deleita una vez más alcanzando lo más hondo del alma de
una mujer burguesa, cuya plácida y monótona vida se ve absolutamente alterada
por la angustia que le provoca un cargo de conciencia tras cometer adulterio.
Sometida a chantaje, no es posible demorar más la verdad, y toda su vida
anterior se ve amenazada con desmoronarse bajo el rudo golpe del escándalo.
La obra transcurre en una
constante agonía vital, mientras a su alrededor todo parece delatarla: las miradas
de su marido, los rumores de los criados.
De final inesperado, esta novelita
es una delicia. Comenzada su lectura, no podemos dejar de leer, de tal modo
empatizamos con la protagonista, apiadándonos de su debilidad, y a la que
acompañamos por los intrincados vericuetos anímicos que la llevan a buscar
desesperadamente los medios para liberarse del enorme peso de una carga
insoportable.